La cultura de la contracultura

Tuesday, October 18, 2005

Del Flower power al Bush power

ilustracion: logan

Del “Flower power” al “Bush power”
Por Danie Hector
Las nuevas tecnologías de la información, de la comunicación y del conocimiento se convierten muy fácilmente en las de seguridad, del control, de la «infovigilancia» y del «infoataque».

Internet supo ser, en sus inicios, un lugar en donde confluyeron y se fusionaron éticas tan opuestas, como la de la cooperación y la de la competencia. El neologismo “coo-petencia”, define el modo de relacionarse entre los miembros de la primitiva cybercomunidad: cooperaban entre sí para investigar y desarrollar las nuevas tecnologías y competían lúdicamente para resolver los problemas que aparecían, cada uno con sus propias y particulares ideas. Creaban en libertad e intercambiaban fluidamente descubrimientos y resultados, en un ámbito de comunicación interactivo, horizontal y descentralizado.
Influenciados por el “Flower power”, el movimiento “hippie” de la California somnolienta de los sesenta, esta fauna de trabajadores de la innovación, tuvo una concepción del tiempo, del dinero y el trabajo nada convencional: al tiempo no lo medían con el reloj ni con la jornada laboral, sino en concreción de metas y proyectos, en el trabajo se confundían el placer, el juego y el reto intelectual y en el dinero no veían un valor en sí mismo. Estas personas que alteraron y subvirtieron los valores establecidos de la época, con el fin de soñar y querer construir un mundo mejor, se autodenominaron hackers, y dejaron profundas huellas en el espíritu de la Net que aún hoy perviven.

La anarquía digital
Ya por los `90 del siglo que se fue, la Red comienza a expandirse como reguero de pólvora a los cuatro vientos, y emerge como un lugar de «soberanía sin fronteras», el fenómeno lo impulsan (esta vez) las poderosas empresas de la comunicación. Bajo esta tutela, ella se convierte en un floreciente “espacio comercial” mas allá del “espacio social” que ya era en si misma. En poco tiempo deja de ser solamente un medio para la información y la comunicación, y se transforma también en un espacio para la acción.
En este territorio sin territorio, la estructura del poder es muy sencilla, lo que priva es el poder económico, las reglas del juego la determinan los dueños de la “estructura”, que son los empresarios que la diseñan y la ponen en funcionamiento.
La utopía neoliberal encuentra en la Red su más caro sueño concretado, y levanta como bandera libertaria, la no intervención del poder político en ella, una especie de anarquía digital a la extrema derecha.

El miedo a la libertad
A partir del atentado del 11 de septiembre, la Casa Blanca impone un nuevo orden global, marcado por el fundamentalismo religioso y la seguridad como prioridad de estado, multiplicando así la intolerancia (ahora bautizada como tolerancia cero), el miedo y la sospecha a “los diferentes”.
Inmediatamente posterior al ataque terrorista, el Congreso Americano aprobó una mega ley “para interceptar y obstruir al terrorismo”, la denominada «USA PATRIOT Act».
Esta ley amplía la capacidad de los servicios de seguridad e inteligencia, para vigilar comunicaciones privadas y acceder a información personal, especialmente en Internet, ya que allí “los diferentes” están muy cercanos. Las circunstancias “opresivas” en que fue aprobada esta ley, hicieron pasar por alto libertades individuales fundamentales.
En el marco de esta llamada “guerra preventiva”, la Comisión de Seguridad del Senado Americano, está estudiando también otras leyes para ejercer un control extremo en la Red, como medio tutelar y para evitar futuros delitos.
En este ciberespacio amenazado por virus de todo tipo; por mensajes no deseados, por publicidad invasiva, por espías que vigilan todos nuestros movimientos, muchos usuarios aceptan resignar algunos de sus derechos, con tal de sentirse mas protegidos, sin divisar que estas concesiones puedan llegar a ser un boomerang y volverse en contra de ellos mismos. Las nuevas tecnologías de la información, de la comunicación y del conocimiento, se convierten muy fácilmente en las de la seguridad, del control, de la «infovigilancia» y del «infoataque», al más acabado estilo “big brother” de George Orwell.

La privatización de la censura
La libertad de comercio protege (de alguna manera) la libertad de expresión en la Red, los empresarios se oponen a la censura, si esta puede perjudicar sus beneficios, los productos trasgresores tienen mucho público. Pero por otra parte estos mismos comerciantes, contribuyen a la censura, cuando son presionados por agrupaciones de “clientes”. La censura practicada por corporaciones, iglesias, lobbys, organizaciones comunitarias o comunidades religiosas, ha reemplazado mas “eficazmente” a la tradicional censura que ejercen los estados, por esa razón, la libertad de expresión en este mundo tan “liberal” (en lo económico), esta cada día mas subordinada a los intereses mercantiles. La opinión pública manipulada por medios y empresas de la comunicación (que son los formadores de opinión), sabe también pedir prohibiciones.
Los censores siempre encuentran fundamentos para justificar cualquier prohibición, nos explican que la libertad de expresión no es un derecho absoluto, y en consecuencia esta sujeto a limitaciones. Los poderes prefieren que la gente cultive mas el “derecho a escuchar”, antes que el de expresar libremente las ideas y mucho menos críticamente.
Cualquiera puede tener su sitio en la Web y poner en ese espacio lo que le plazca, esta es la naturaleza distintiva de Internet, “mensajes en todos los sentidos, enviados por cualquiera, captados por cualquiera y organizados por nadie” (Dominique Wolton), pero los gobiernos piensan que este acceso ilimitado a la información es peligroso para sus ciudadanos. Es así que todos los países (hasta los más democráticos) efectúan restricciones y bloqueos, a sitios de Internet considerados subversivos, pornográficos o blasfemos, escudados en el noble y sacrosanto argumento de proteger los valores de la democracia, la familia o la fe.
La censura en la red ya sea por cuestiones políticas o religiosas, sumada a las limitaciones que también significan las patentes y los derechos de autor, en el acceso a la información, convierte a los usuarios de la Red, más que en ciudadanos de una ciudad virtual en telesúdbitos de un poder neo-monárquico.
La llamada “aldea global” se parece cada vez mas a una “aldea medieval”.